Golfus Hispanicus



Por cortesía de Levante EMV he asistido a la representación de Golfus Hispanicus protagonizada por el incombustible Moncho Borrajo. Se trata de una tragicomedia musical en un solo acto con la que regresa su protagonista a los teatros españoles. Después de algunas luchas e infortunios que los dioses han puesto en su camino, retoma los pasos de Dionisio, dios del teatro, para intentar sacarnos de las tristezas cotidianas.
Reconozco que hay varias cosas que no me gustaron, por ejemplo el uso y abuso de un lenguaje chabacano que raya lo soez, tal vez sea por motivos estéticos; ni los excesos sobre temas eróticos, así como su defensa de lo gay, será porque me importan un pimiento las tendencias sexuales de cada individuo; así como ciertas referencias a la iglesia o sus creencias, en este sentido está claro pues me considero creyente.
Pese a esa opinión personal, no extrapolable, he meditado al respecto y al menos, en defensa de Moncho, cabe decir que su lenguaje es claro y se entiende hasta el último punto. La otra cara de la moneda podrían ser esos políticos de mira estrecha, sea cual sea su ideología, que bajo palabras rimbombantes justifican lo injustificable para someter al pueblo bajo sus mandatos.
En lo referente a los temas eróticos, no quito la razón que programas denominados del corazón, o los reality show, o tal vez el comportamiento tan poco edificante de los poderosos, léase banqueros, aristócratas o grandes empresarios, conduce a una pornografía social de mayor escándalo que las expuestas por Golfus. Para finalizar quiero pensar que sus ataques religiosos, no son tal ataque cuando en realidad son críticas a determinadas conductas que no menoscaban la inmensa labor, social y espiritual, realizada por miles de personas.
Realizadas las oportunas salvedades cabe señalar que el espectáculo en sí fue sencillamente genial.  Solo acompañado de su esclavo (Antonio Campos) y del ingenio que los dioses han querido darle en estos momentos, y que es mucho, intenta pasearnos con gran acierto por los caminos de los sentimientos humanos. Moncho se encuentra a la altura de las circunstancias sin que el tiempo haga mella en su trabajo.
Acertado el decorado, sencillo pero al mismo tiempo reflexivo, o lo que es lo mismo, las ruinas del imperio sobre el que se asienta nuestra patria. Esto me recuerda cierto poema de Rodrigo Caro llamado “canción a las ruinas de Itálica” (si no lo conoces te invito a visitar mi blog)
Será lo que sea, podrás o no estar de acuerdo, pero sus verdades son más grandes que la Catedral de Santiago. Es un hombre que respira españolidad por los cuatro costados y en mayor medida que la de otros a quienes se les presupone por el cargo que desempeñan. Me encantó su recorrido por la historia de España, quizás el horario impide que pueda profundizar en la noche de los tiempos y meter el dedo en la llaga de nuestras heridas.
Impresionó su capacidad de improvisación, así como esa otra habilidad suya de construir poemas, o canciones con una calidad magistral. He visto a otros que, presumiendo de poetas, son incapaces de llegar a la altura de sus rodillas.
Me encantaron sus críticas que en breves pinceladas impresionistas abarcaron una gran parte de la sociedad española.  En particular me gustó aquella parte sobre los denominados progres que califican de facha a todo aquel que no comparte sus opiniones, o esos símiles entre los banqueros y los antiguos judíos usureros.
No creí encontrar a un señor, que en tan escasa altura, pudiera contener tan alta dosis del barroco literario español. Ese sentimiento de desengaño, esa sátira ante lo injusto, ese correr del tiempo que se nos escapa de las manos, esas ansias de vivir antes que todo se acabe, esos juegos de palabras con doble significado. Este hidalgo se quita el sombrero ante tan ilustre personaje.
El último monólogo, en el que reflexiona sobre los mayores, esos señores que relegamos a una cosa llamada tercera edad en jardines o residencias, pone los pelos de punta, la piel de gallina y conmueve el alma como un flan que tembloroso se deshace esperando su turno.
Para finalizar solo me queda decir:
Gracias Júpiter por encargar a Monchus Borrajus que reconquiste las tierras de Hispania. Tarea que realiza tan fielmente que esperamos con anhelo que lo consiga lo antes posible.
Por otro lado invito y aconsejo, que después de guardar los prejuicios en la cartera, acudas amigo lector a su representaciones por aquellos lugares de España donde se encuentre tan genial Golfus.
Y puestos agradecer me falta Levante EMV, pues sin su amabilidad quizás me hubiese perdido algo digno de recordar.
Queda todavía mucho por descubrir de Moncho Borrajo. A sus sesenta y poquitos años, casi te diría Moncho que en realidad son veintitantos y algunos más, es un hombre capaz de hacernos pasar un rato agradable, en el mejor sentido de la palabra, riéndonos de las adversidades de la vida.
               Gracias Moncho y que tengas suerte en tu recorrido por Hispania















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