No voy a escribir de su métrica, ni su rima,
que poetas los hay más versados que yo. Tan solo puedo sentir y respirar estos
fragantes poemas dedicados a un Cristo vital que se manifiesta bajo la luna de
Kislev. Una coincidencia lunar (25 de diciembre) que se repite cada 38 años y
muchos de nosotros ya no volveremos a sentirnos bendecidos por su presencia.
Los pueblos se guiaban en la antigüedad por
las energías que movían los tiempos lunares. El nacimiento de la luna de cada
mes marcaba el inicio de un tiempo nuevo cuyo mensaje tenía como objetivo transformarnos
en autores de nuestra propia renovación en vez de ser pasajeros pasivos de una
historia que nos sucede.
Según la tradición hebrea el nombre del mes,
Kislev, significa confianza y fortaleza interior, tal como lo señala el versículo
de Job 31:24 "Si hubiera puesto en el oro mi "kisli"/confianza,
y le hubiera dicho al oro refinado: tu eres mi seguridad".
Kesel está relacionada etimológicamente con
"kisui" que significa proteger, cubrir.
Según el sabio comentarista Ibn Ezra,
"kesel" también significa apoyo, tal como aparece en Proverbios 3:6
"Porque Dios será tu apoyo/"kisleja". Y de acuerdo a la opinión
de Rashi sobre el versículo citado de Job, "kesel" significa
esperanza, también vinculada con la palabra "kala"/anhelo grandes
esperanzas.
La luna de Kislev es un tiempo de milagros y
bendiciones, de compromiso, de transmutar el milagro en obras diarias que
pongan luz en medio de las oscuridades cotidianas (Antonio Praena). Es la luna
en la que algunos autores han datado el nacimiento de Cristo.
Confieso haber bebido sediento el cáliz de
estos versos que en su inmensa sencillez manifiestan los episodios luminosos
que rodearon la vida de Jesús de Nazaret. Seamos o no creyentes, Mila muestra
la belleza de Cristo que asombró a poetas, artistas y personas de toda raza o
condición, mas doctores tiene la Iglesia que hablen ellos y no yo:
“Hagamos el camino a través de estos poemas.
Sin miedo y sin prejuicios. De tú a tú. Con la inocente confianza de quien, a
sabiendas de que la vida no siempre nos devuelve la esperanza y la fe
depositadas en ella, elige no alejar de su verbo ni la fe, ni la esperanza ni
el amor en la vida; en el misterio que todo lo sostiene, en el amor que hace
visible lo invisible.” (Antonio Praena, religioso dominico, poeta y profesor en
la Facultad de Teología “San Vicente Ferrer” de Valencia)
Cada vez que se hace vida de aquel que
nació bajo la luna de Kislev, sigue vivo en nuestra vida. Una vida que no se detiene e inunda almas y
esperanzas.
“…
y la vida te inundó,
hinchó
sus velas en tu vientre
se
recreó en tus pechos,
y
te abordó así, de improviso
colmándote
cuando
ya te habías
acostumbrado
a
aquella forma de muerte.” (Isabel)
Este es un libro valiente. “¿Quién en
su sano juicio literario, se atrevería a publicar en estos tiempos un poemario
articulado por completo en torno a la figura de los Evangelios?” Tal vez Santa Teresa
de Jesús o San Juan de la Cruz, tal vez un místico o un genio.
Versos
lúcidos que no pierden la calma de la vida cotidiana aún en los momentos de
mayor dureza. Versos que brotan del manantial
de la “Buena Nueva”, dotando de libertad la esencia del ser humano. Vuelos
libres entre la piedad, la soledad y la enfermedad que desvelan el rostro
humano del gozo por un futuro esperanzador.
Poemas de
hechos ordinarios en un hombre extraordinario.
El despertar interno, saliendo de las
profundidades de la impureza, constituye la luz oculta revelada esencialmente
en Kislev. Y aquellos cuyos actos e intentos lo ameritan tienen la posibilidad
de percibir esa luz dentro de las luces de la festividad.
Un libro
recomendado para leer en noches de luna llena, respirando la fragancia del
silencio y al calor de una oración del corazón.
Mis
felicitaciones por este poemario.
“Él ha
vuelto, está aquí,
tan
verdaderamente cerca,
que jamás
podrás verlo ni tocarlo.” NOLI ME TANGERE.